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Alertas sanitarias, fraudes alimentarios y falsificaciones en los etiquetados
Parece que las alertas sanitarias, los fraudes alimentarios y las falsificaciones en el etiquetado de los alimentos van en aumento. Cuando se dice “van en aumento“, siempre nos surge la misma pregunta: “¿Van en aumento por qué hay más, o porque los controles son más y mejores?”.
Hace poco comentábamos una noticia sobre una alerta sanitaria en productos lácteos de Rumanía, y la semana pasada saltaba el tema del agua embotellada en Cataluña. En este último caso, ya van unos 4.100 afectados y aún no se tiene certeza de la causa, pero sí del causante. Parece ser que los bidones no estaban correctamente higienizados, aunque es una hipótesis.
Pero la cosa no acaba ahí. Si le echamos un vistazo al informe de la operación Opson V, donde participa la Europol y la Interpol, vemos que se han incautado más de 10.000 toneladas de alimentos y un millón de litros de bebidas fraudulentas en 57 países del mundo. Los datos son, por lo menos, alarmantes.
Ahí van unos ejemplos:
- En Grecia, más de 7.400 botellas de bebidas alcohólicas adulteradas y con etiquetas falsas.
- En Reino Unido, unos 10.000 litros de alcohol adulterado entre vino, whisky y vodka.
- En Thailandia, más de 30 toneladas de carne de búfalo no apta para consumo humano.
- En Bruselas, varios kilos de carne de mono para venderla como carne de ternera.
- En Indonesia, 70 kilos de intestinos de pollo conservados en formol. (Sí, habéis leído bien, formol).
- En Italia, 85 toneladas (ojo, toneladas) de aceitunas pintadas con sulfato de cobre para mejorar su aspecto.
- En Hungría, Italia, Rumanía y Lituania, chocolate, dulces y bebidas no alcohólicas adulteradas y dirigidas a los niños.
Todo esto nos hace plantearnos otras preguntas: ¿hacia dónde vamos?, ¿qué podemos hacer?, ¿qué voy a comer?, ¿es esto la punta del iceberg?, y un largo etc.
Cabe decir, que no todas estas intervenciones tienen riesgo para la salud pública y hay que tomarlas en su justa medida. Por ejemplo, la carne de mono. Es evidente que en otros países comen carne de mono y nadie se muere. Pero claro, debe de haber pasado los controles sanitarios y demás controles fronterizos para comercializarla. Eso uno, y otro, que te la intenten colar como carne de ternera.
Otro ejemplo es el fraude en las fechas de caducidad. Seguramente que muchos alimentos son perfectamente comestibles una vez pasada la fecha de caducidad, pero hay una legislación y hay que cumplirla. Otra cosa es que esa legislación se deba cambiar o revisar, y, por supuesto, existen otros canales para eso. Pero que algunos se lucren ilegalmente con el engaño, pues no.
Y ahora bien, qué pasa si tiene riesgo para la salud pública. Los casos son de lo más variado y todos nos podríamos ver afectados en cualquier momento. Uno puede pensar: “Hombre, en Indonesia o en Thailandia, qué me dices!!“. Bueno, hay una cosa que se llama globalización. Y os recordamos el caso de los pepinos españoles con E. coli. que ocasionó decenas de muertes y un millar de afectados. Finalmente resultó que el problema era originario de Egipto, y uno puede pensar: “Hombre, en Egipto“. Pues eso.
Pero aquí todos somos culpables responsables. Desde el consumidor que busca los más barato y le da igual el origen o los controles, pasando por el establecimiento que ofrece panga el lugar de lenguado o el que rellena las botellas de vino con las sobras de otras, siguiendo por la empresa que cambia las fechas de caducidad, continuando por la fábrica que quiere reducir costes al precio que sea, y terminando por el laboratorio que falsifica los análisis. Sin olvidar los controles veterinarios por parte de la administración pertinente con insuficientes recursos y, en ocasiones, con poco esfuerzo. Así es, está en manos de todos. Si el consumidor y el cliente exige, el proveedor y la empresa no tendrá más remedio que adaptarse… o morir.